Blogia
roZaNdo eL NihiLiSMo

leer

LA SALA DE LOS DESAMPARADOS...

LA SALA DE LOS DESAMPARADOS...

La gran galería iba poblándose de gentes afectadas por toda clase de taras. Apenas alzó los párpados, la visión de conjunto la espantó tanto, que volvió a abatirlos. No osó mirar a nadie fijamente a los ojos. No eran las individualidades lo que, en un principio, la dejó aturdida, sino la masa, y no porque aquel conjunto de hombres y mujeres fuese amenazante o alborotador. Nada más lejos de la realidad. Dada la cantidad de gente allí reunida, las voces eran sensiblemente más apagadas que en cualquier otro lugar multitudinario.
Lo primero que advirtió es que eran distintos. De una rápida ojeada vió que los gordos eran más gordos, los delgados más delgados, los altos más latos; los bajos más bajos, los inquietos más inquietos, los tranquilos más tranquilos, los risueños más risueños y los tristes más tristes. Resbaló la mirada sobre los que padecían malformaciones visibles de los rostros o el cuerpo, rehuyendo al contemplarlos. También eran muchos más los rostros y los cuerpos bien configurados. Con esto y con todo, lo que daba un aire siniestro al conjunto, era la proporción de deformes y de feos. Eran menos... pero eran muchos. Tenia la sensación de que miles de ojos la espiaban. En aquél rincón había sillas vacantes, y sus vecinos, todos autistas o solitarios, no hablaban entre sí. Por mucho que quisiese domanrse y no mirar a los singulares, sus ojos se le escapaban hacia ellos como imantados. Sentíase aturdida, espantada, estremecida, pero ello no era óbice para que dejase d eobservarlos. ¡Oh, Dios!, ¿que había detrás de aquellas frentes? ¡Que infinita variedad de dolencias, congeladas o en evolución, las que dejaban traslucir tan diferentes miradas, posturas y actitudes!
---Dios escribe derecho con renglones torcidos.---

Torcuato Luca de Tena

Huelgas de hambre

Huelgas de hambre

Te quedarás aquí hasta que sólo puedas vomitar tu asco. Será divertido ¿no? De verdad, ¿no crees? ¿Es que no eres divertida? Me reiré mucho mirándote.
De hecho, ¿cuál es el objetivo de tu huelga de hambre? Pero si no se trata de una huelga ; como una nuez por aquí, un grano de arroz por allí... Ustedes se ríen, sí, es divertido. Y ridículo. Pierdo mi cuerpo de forma insensible, pero no es grave, pues no tengo conciencia de ello. Acabaré por perder también mi espíritu, y eso es peor. Me voy descomponiendo, vegeto día a día en el universo de los carentes de energía, de los sin apetito, de los sin todo lo que ustedes quieran. No puedo correr, es demasiaod cansado, necesitaría tres medias horas para reponerme. Puedo andar, sí, pero no abusen...
Siempre tengo delante de mis ojos los colores de un calidoscopio. No soy más que una imbécil. No es una solucióndejarse morir así de hambre. Sí, ya lo sé, ¿de qué me sirve? No puedo dar ni tres pasos sin tener la cabeza como un bombo, ¿Estoy muy hermosa, así tan blanca tirando a verdosa, verdaderamente bonita! Pronto me desplomaré soobre el suelo, y ellos acudirán a recogerme, riéndose. Quisiera saber qué me está pasando. Seguramente no hay repsuesta precisa y clara: es el deplorable resultado de trece años de vida en su maldito mundo. ¿Que otra cosa podían esperar?¿Un agradecimiento?

Valérie Valère

Cuerpos celestes

Cuerpos celestes

A través de la ventana, desde la calle, nos llegaba un resto amarillento de luz de las farolas, que se dispersaba vagabundo por la habitación. Mares de sombra temblaban aquí y allá, en la oscuridad, y avanzaban hacia nosotras como olas inmensas en las que no sumergíamos, ahogándonos en vacilantes dimensiones de abandono. El frío de la noche enardecía nuestros abrazos, los suspiros se estrellaban en el edredón, y ante mí se agrandaban aquellos ojos apenas perceptibles, la nariz que se frotaba con la mía. En medio del silencio nos susurrábamos promesas increibles, niñerías absurdas, declaraciones tópicas de puro repetidas que reverberaban en múltiples vibraciones, y el tiempo se nos iba en hacer y deshacer la cama. La hice para ella alguna vez, y opinó que aquello era como un sobre, un sobre diseñado para guardar tesoros. Yo era un tesoro, supongo, desnuda y pura como un recién nacido, acogida en la frialdad y la blancura de las sábanas, y ella cmpartía conmigo aquel refugio, patinando hacia mí a través de la llanura de hielo resbaladizo que era la ropa de cama que yo había tendido y estirado.

Lucía Etxebarria