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LA SALA DE LOS DESAMPARADOS...

LA SALA DE LOS DESAMPARADOS...

La gran galería iba poblándose de gentes afectadas por toda clase de taras. Apenas alzó los párpados, la visión de conjunto la espantó tanto, que volvió a abatirlos. No osó mirar a nadie fijamente a los ojos. No eran las individualidades lo que, en un principio, la dejó aturdida, sino la masa, y no porque aquel conjunto de hombres y mujeres fuese amenazante o alborotador. Nada más lejos de la realidad. Dada la cantidad de gente allí reunida, las voces eran sensiblemente más apagadas que en cualquier otro lugar multitudinario.
Lo primero que advirtió es que eran distintos. De una rápida ojeada vió que los gordos eran más gordos, los delgados más delgados, los altos más latos; los bajos más bajos, los inquietos más inquietos, los tranquilos más tranquilos, los risueños más risueños y los tristes más tristes. Resbaló la mirada sobre los que padecían malformaciones visibles de los rostros o el cuerpo, rehuyendo al contemplarlos. También eran muchos más los rostros y los cuerpos bien configurados. Con esto y con todo, lo que daba un aire siniestro al conjunto, era la proporción de deformes y de feos. Eran menos... pero eran muchos. Tenia la sensación de que miles de ojos la espiaban. En aquél rincón había sillas vacantes, y sus vecinos, todos autistas o solitarios, no hablaban entre sí. Por mucho que quisiese domanrse y no mirar a los singulares, sus ojos se le escapaban hacia ellos como imantados. Sentíase aturdida, espantada, estremecida, pero ello no era óbice para que dejase d eobservarlos. ¡Oh, Dios!, ¿que había detrás de aquellas frentes? ¡Que infinita variedad de dolencias, congeladas o en evolución, las que dejaban traslucir tan diferentes miradas, posturas y actitudes!
---Dios escribe derecho con renglones torcidos.---

Torcuato Luca de Tena

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